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Lo siento, no eres mi tipo (por Mario Luna)

De noche, no suele haber muchas mujer solas. Y, como seguro que sabes, el código Aven contempla una pena de diez años de cárcel para el hombre que permita que una monada rubia con aire aburrido les cuide los abrigos a sus amigas totalmente desacompañada. El deber es el deber.

Mario Luna: Hola

Rubita: Lo siento. No eres mi tipo.

Mario Luna: Tu tampoco. Las prefiero gordas y feas.

Y regreso con mi grupo, dejándola de nuevo más sola que la una.

No habrán pasado diez minutos cuando…

¡Tap tap! Golpecitos en la espalda.

Es ella.

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Sargeo Real: Desnudo Direccional Decodificado

En mi anterior artículo sobre el Desnudo Direccional, te presenté el impactante estilo de Pol Casanovas. Hoy lo vas a ver en acción. Y pronto, muy pronto, tendrás la oportunidad de conocer a fondo sus engranajes para empezar a hacerlo tuyo.

Prometedor, ¿verdad?

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Seducción en Zurich (2) – Mente científica.

El diurno era mío. Alberto, en cambio, se responsabilizaría de la enseñanza nocturna. Habíamos llegado a ese acuerdo prácticamente sin hablar. No hacía falta.

—Tanto para abrir como para llevar a cabo el resto de escaladas, vais a necesitar tres cosas: un QUÉ, un POR QUÉ e INFORMACIÓN.

—Especialmente de día, ¿no?

—Especialmente de día.

A mí ya se me habían ido los nervios iniciales, pero mis alumnos todavía estaban tensos. De ahí el exceso de preguntas.

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Seducción en Zurich (1) – Aterrizando.

No estaba en mi mejor forma seductora. Llevaba varias semanas volcado en un proyecto que requería todas mis facultades analíticas y sentía que la inspiración para coquetear con las mujeres me había abandonado. En una palabra, había trascendido el modo lógico para sumirme en «modo excel» (sí, sí, el de la hoja de cálculo).

Además, iba a ser la primera vez que la empresa Seducción Científica impartía sus enseñanzas en otro idioma y fuera de España.

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Científico de la seducción.

A decir verdad, esto es exactamente lo que ponía en el sobre:

Al primer científico de la seducción…

De inmediato, sentí un escalofrío de placer recorriéndome la espalda. Si algo estaba claro, es que se trataba de un regalo. Y parecía, que quienquiera que fuera el responsable, además de acordarse de mí apreciaba mi trabajo.

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Seducción – Apocalípsex (3): El juicio final.

No iba a curar el cáncer ni acabar con la pobreza en el mundo. Sin embargo, algunos quisieron ver en esta oscura arma el fin de las desigualdades entre hombres. Al menos, en lo que respecta a su poder de seducción.

Otros, mucho más escépticos, afirmaron rotundamente que un sistema tan directo jamás podría funcionar.

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Seducción – Apocalípsex (2): La suerte del principiante.

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Mi primer Apocalípsex no cuenta porque lo ejecuté telefónicamente y además ya había chateado una vez con ella.

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Le hice las tres preguntas de rigor, me respondió a la última que no con un tono entre ofendido y sorprendido y cambié de tema. Después, me limité a usar nuestro FDE (Fomenta-Detecta-Expresa).

Tras una conversación de diez minutos en la que entró en estado, me dio las gracias repetidamente. ¿Gracias por…? Nunca me lo dijo.

Dos días más tarde, tras siete renglones de chateo, me autoinvité a su casa y, una vez allí, nos pusimos a follar como animales. Si no te hablo de preámbulos es porque no los hubo.

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Seducción – Apocalípsex (1): La técnica de seducción más diabólica.

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Dicen que a todo cerdo le llega su San Martin. Y a todo hombre, ese momento en el que debe enfrentarse a sus peores miedos.

En mi caso, esos miedos se concentraban en una palabra: APOCALIPSEX.

A decir verdad, el Apocalipsex no me aterrorizaba sólo a mí. Escoge a cualquier experto en seducción que haya dedicado años a estudiar psicología sexual femenina, explícale en qué consiste esta técnica mortífera y puedo garantizarte que tendrá pesadillas esa misma noche.

Y es que, de funcionar, el Apocalípsex sería el abridor más diabólico y eficaz jamás concebido.

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MÁS ALLÁ DE LA SEDUCCIÓN 4b

Más allá de la seducción (2)…

(Para seguir sin problemas el contenido de este artículo, te invito a que revises la primera parte de más allá de la seducción.)

Intenté dormir tras dejar a B, pero las ideas relampagueaban cada vez más sobre mi sueño. A las pocas horas había quedado demostrado que mi mente inconsciente, esa que según los expertos es capaz de procesar 1.000.000 de bits por segundo, trataba de decirme algo.

—Chicos. Esto tiene que cambiar.

Era mediodía pasado. A falta de pijama, me había encajado mis botas de cowboy sobre las mallas que uso en invierno como prenda interior para no morirme de frío. Fire, Alberto y G (un buen amigo de éste) ya estaban en el comedor con la comida casi lista.

—Tío —exclamó Alberto con un tono divertido e impregnado de cariño—, pareces un duende.Ahora sí que te encaja más que nunca lo de Yoda.

Lo del mote te lo explicaré otro día. Aparte de eso, no voy a negarte que parecía un puto duende. Entre las botas, las mallas, la camiseta interior ceñida y una bufanda que —hagámosme justicia— sé anudarme como nadie, “duende” era una de las cosas más bonitas que se me podía llamar.

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