El arte de seducir sin palabras.
Ángel Daro, compañero y amigo, es un tío más bien callado. Observador. Pocas veces levanta la voz y habitualmente se comunica con frases directas, sencillas, claras. Yo soy más un loro parlanchín, me gusta adornar lo que cuento con detalles, anécdotas y -si puedo- chistes.
Por eso, en mi camino hacia mejorar mis habilidades sociales, me centré sobretodo en qué decir: qué frases funcionan mejor para iniciar conversaciones, qué decirle a una chica para resultar más atractivo, cómo llevar una conversación hacia la intimidad y al beso, etc… Pero mil veces me he encontrado con un «algo», con un «elemento X» que no me encajaba.
¿Por qué a mí me dejaban de funcionar «rutinas» que a otros sí les daban resultado? ¿Por qué la historia perfecta no sonaba tan buena cuando la contaba yo? ¿Por qué al meterme en una discoteca muy ruidosa mi juego sufría tanto?
Piénsalo. ¿Cuántas veces has sentido que decías una frase ingeniosa pero ésta no tenía efecto? ¿Cuantas veces te ha parecido que tu tono y tus gestos no te acompañaban en tu comunicación?
La respuesta, o mejor dicho, las respuestas, se encuentran en El arte de seducir sin palabras. Por supuesto, yo tuve más suerte que la mayoría, pues pude aprender la ingente cantidad de información que emitimos y recibimos a nivel no verbal del propio autor, Ángel Daro. Aún hoy en día, cuando estamos en algún local con la música a decibelios infinitos, le pregunto: «¿Algún grupo especialmente receptivo?» Y cuando señala alguno, suele tener razón.
Volvamos a ti: ¿sabes cuanta gente dejas de atraer por no dominar la comunicación no verbal? La inmensa mayoría de hombres son incapaces de captar la importancia de este último punto, ya que dan constantes vueltas a las frases que dicen, a cómo mejorar la parte verbal… Pero no se dan cuenta que casi siempre el error está en no fijarse en que hay detrás de la frase, en lo que están transmitiendo. Esta especie de Don, difícil de transmitir con palabras, parecía estar reservado a los «naturales». Hoy todos podemos mejorar nuestra comunicación no verbal, esa «magia», y entender qué nos está subcomunicando una mujer a la que tratamos de seducir. Así lo hice yo.
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