Más allá de la seducción (2)…
(Para seguir sin problemas el contenido de este artículo, te invito a que revises la primera parte de más allá de la seducción.)
Intenté dormir tras dejar a B, pero las ideas relampagueaban cada vez más sobre mi sueño. A las pocas horas había quedado demostrado que mi mente inconsciente, esa que según los expertos es capaz de procesar 1.000.000 de bits por segundo, trataba de decirme algo.
—Chicos. Esto tiene que cambiar.
Era mediodía pasado. A falta de pijama, me había encajado mis botas de cowboy sobre las mallas que uso en invierno como prenda interior para no morirme de frío. Fire, Alberto y G (un buen amigo de éste) ya estaban en el comedor con la comida casi lista.
—Tío —exclamó Alberto con un tono divertido e impregnado de cariño—, pareces un duende.Ahora sí que te encaja más que nunca lo de Yoda.
Lo del mote te lo explicaré otro día. Aparte de eso, no voy a negarte que parecía un puto duende. Entre las botas, las mallas, la camiseta interior ceñida y una bufanda que —hagámosme justicia— sé anudarme como nadie, “duende” era una de las cosas más bonitas que se me podía llamar.
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