Mandamientos de la seducción

Lo primero que busqué desde que empezaron a interesarme las mujeres fueron principios, reglas universales, aforismos, máximas… En suma, mandamientos de la seducción.

Todo empezó cuando dejé pasar dos oportunidades para besar a la que, a los 17 años, creía la mujer de mi vida: Lorena. En realidad, esta anécdota y el pequeño drama  que le sucedió no fue más que un símbolo de las múltiples consecuencias de no tener ni idea sobre lo que atraía a las mujeres.  He dicho «pequeño drama», pero lo cierto es que yo lo viví más bien como un infierno insufrible y fabricante de insomnios.

Tan mal lo pasé a raíz de este y sucesivos fracasos amorosos, que desde aquella época (en torno al año 1993) no dejé de buscar la fórmula, las reglas… los mandamientos de la seducción. Quería «vengarme», demostrarle a mis altivas amadas que yo, aquel al que habían despreciado, era en realidad el mayor seductor de la Tierra y que habían cometido el peor error de su existencia al rechazarme. Quería verlas arrodilladas suplicándome una oportunidad para ser mis novias.

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