oli¿Por qué estas historias?

Para divertirte, inspirarte y, sobre todo, sumergirte en un universo tan o tan poco femenino como el nuestro.

Te gustarán o no, te apasionarán o no, te enternecerán o no, pero una cosa está clara: en todas ellas hemos puesto algo de nosotras. Así que el reto es simple. Si de verdad te atrae lo femenino, ¿no crees que deberías interesarte por nuestros sueños, fantasías y todo aquello que nos hace estremecer?

Eso, y no otra cosa, es lo que vas a encontrar aquí. Pequeños relatos, narraciones, que pueden acelerar el corazón de mujeres sencillas y cercanas como nosotras. De alguien que podría ser tu amiga, tu compañera de clase o esa chica cómplice que te da codazos para burlarse del jefe en el trabajo.

En pocas palabras, en ellas vas a encontrarnos a nosotras. Ahora bien, estas historias…

¿Son reales o imaginarias?

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No pensamos decírtelo. Lo último que queremos es quitarle protagonismo a tu propia imaginación. Porque, si algo tenemos claro, es que aquí ella es la única protagonista. Así que tú decides, amigo.

Eso es todo. Allá van esos «relatos femeninos». Espero que te entretengan y te ayuden a entendernos mejor.

Para leer nuestros relatos, clica en comentarios (más abajo).  

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02b¿Cuántas veces nos quedamos con las ganas de hacer algo por  el qué dirán? ¿Cuántas veces nos imaginamos haciendo todo lo que no nos atrevemos? ¿Por qué dejarlo en una simple ilusión?

Esa era la clase de preguntas que solían rondarme la cabeza. Por aquel entonces trabajaba en algo que no me llenaba y tenía más que vacio el corazón. Me sentía sola, hueca, incomprendida, estancada. Me consumía.

Necesitaba sentirme viva, pero… ¿cómo?

Sabía cómo.

Una buena mañana me dirigí al trabajo y me despedí con un hasta nunca. Antes de que acabase el día, tenía ya los billetes para la isla blanca. El barco zarpaba en cinco días.

Me metí en foros. No tardé en conocer a un DJ de Barcelona que también se había fijado Ibiza como destino. Gracias a Coco, mi perro, estaba complicado lo del alojamiento, así que decidí buscarlo con mi nuevo ciberamigo. Tic-tac… tic-tac… El tiempo corría, los días pasaban. No había nada de nada.

Finalmente, nos quedó la única opción de compartir cama de matrimonio en una habitación que alquilaban a parejas. Estaba tan entusiasmada con la idea de emprender mi primer viaje en solitario, que acepté de buen grado.

Pero la ilusión no duró demasiado. Permaneció a mi lado justo hasta el momento en el que, tras el desembarco y un breve viaje en coche, cruzaba el umbral de mi nuevo hogar.

¿Hogar, he dicho? Parecía una casa de okupas.book-0407-8

La planta baja estaba desbordada de “rastas” cuyos colchones se extendían hasta el jardín. Las restantes siete personas nos comprimíamos en el piso de arriba.

Pero hay más…

La dueña de la casa era vidente. Su novio estaba en busca y captura por atraco a mano armada. El tío de la habitación contigua se encontraba en libertad condicional. Y yo, que siempre había vivido protegida como una princesita, me encontraba compartiendo cama con un completo extraño al que tenía que hacer pasar por mi novio. ¡Era de locos!…

Aguanté un mes. Anécdotas para contar a mis nietos aparte, quería más intimidad. Poned que ligaba una noche. ¿Qué hacía? ¿Dónde lo metía?

Para los curiosos, mi compi de cama resultó ser un chico encantador y respetuoso que no me tocó un solo pelo. Por lo menos despierta.

Mi segundo hogar pertenecía a un argentino que parecía encantado de tenerme en su casa. Tanto que, cuando nos quedábamos solos, me preparaba la cena con velas. Todo era genial hasta que un día nos fuimos a un islote con la zodiac, perdido en medio de la nada.

Cuando me di cuenta, me había saltado encima.

Por lo visto, no le sentaron bien las calabazas. Lo digo porque, a partir de ese momento, la convivencia fue de mal en peor hasta que me tiró de casa.

De allí fui a parar a mi tercer hogar. Resultó ser una casita en mitad de la montaña en la que se respiraba una gran tranquilidad. El dueño era un italiano muy peculiar: pintor, escritor, guitarrista y hippie de la época. Vamos, todo un personaje.

Mi otra compañera era una chica un tanto extraña. Pasaba días enteros como enquistada en su habitación, que cerraba siempre bajo llave. En cierta ocasión, cotilleando, pude ver sobre su alfombra una especie de santuario. También tenía una bola de cristal, pergaminos con nombres de beatos y muchos otros objetos ideales para organizar un aquelarre. La cosa olía a kilómetros a brujería de la buena.

Un día me habló de no sé qué “asociación secreta” que no podía ser otra cosa que una secta. Que si era de gente importante, que si no podía entrar cualquiera, que si no se podía hablar jamás de lo que se veía ahí adentro, que si esto y que si aquello…

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Obviamente, yo me moría de curiosidad y la escuchaba medio embobada. Para quien no lo sepa, me pierden todos esos rollos.

Así que, como era de esperar, me convertí en su mejor —¿y única?— discípula. Recuerdo, por ejemplo, cómo me enseñó a plegar con suma precisión un tanga para meterlo después en una cajetilla de cigarros. ¿Para qué narices era eso? Nunca me lo explicó. Otro día, limpiando mi dormitorio, encontré un imperdible grande clavado a un papel que rezaba la palabra AMISTAD. Supuse que era lo que ella esperaba de mí.

El italiano, en cambio, no tuvo tanta suerte. Un día, bajo su cama, encontró dos imperdibles dorados enganchados a una nota en la que ponía: ORO. Siguiendo la misma lógica, en seguida lo asociamos a dinero. Efectivamente, a los pocos días le había chorizado 450€.

Como consecuencia de esto, nos quedamos solos.

Para entonces, el verano ya estaba bastante avanzado y yo había encontrado trabajo como camarera-gogó en una de las discotecas más famosas de la isla. Seguí así hasta el último mes, cuando decidí dejármelo para disfrutar un poco de las maravillas paradisíacas de aquella isla.

En esos días acepté la visita de una persona a la que había conocido el día justo antes de partir para la isla. Iba a pasar casi una semana, veinticuatro horas al día, con un chico al que sólo conocía de un rato. ¿Y si me salía rana?03

La verdad es que las vibraciones eran buenas. Decidí arriesgarme y pasamos una de las mejores semanas de nuestras vidas.

En cinco días, pasó de todo. Nos perdimos por los mejores rincones de la isla, hicimos una excursión en lancha, presenciamos una puesta de sol volando abrazados en paracaídas y recorrimos de noche el casco antiguo para acabar haciéndolo en una calle adoquinada.

Cierta noche, incluso, la pasamos en una cueva suspendida del abismo junto a algún que otro animal excesivamente “cariñoso”. Permanecimos pegados a una hoguera que hicimos arder sobre el acantilado. Y, finalmente, presenciamos cómo el amanecer se abría paso entre las olas con sus lenguas de fuego.

Nos quedaron historias pendientes, cierto.  Como hacer submarinismo o dar un paseo en globo. O cosas como colaborar en un proyecto que cambiaría el mundo… ¡glups!…

Pero nos faltaron días.

El verano finalmente terminó y, con él, mi estancia en Ibiza. Sin embargo, mi nueva vida sedienta de aventura y experiencias no había hecho más que comenzar.

Pronto me encontraría perdida en Irlanda y sin idea de inglés, o recorriendo acantilados en Escocia, o bailando en una discoteca que había sido una iglesia previamente, o reencontrando la isla blanca una vez más…

Pero esto es otra historia, otro capítulo.

De momento, me conformo con daros a cada uno de vosotros el siguiente mensaje:

El que no arriesga, no gana. Nunca te quedes con ganas de hacer algo que quieres hacer, porque sólo tienes una vida. Cada día que pasa, ya no volverá. Recuerda que los días especiales los marcas tú mismo. Así que no esperes esa fecha señalada, ese momento único, para hacer algo interesante porque… Ese momento es AHORA.

¿Me sigues? A veces no hay que darles tantas vueltas a las cosas.

Y, para predicar con mi propio ejemplo, te dejo un vídeo presentando mi sección….

¿A qué esperas?… ¡¡Dale al «play»!!

httpv://www.youtube.com/watch?v=Rxo_12U8z2c

¿Te gusta mi filosofía? ¿Crees que soy la clase de persona con la que puedes entenderte y conectar? Pues si quieres intercambiar ideas, hacerme preguntas o plantear temas interesantes, te estaré esperando junto a otras compañeras en el rincón de las chicas consejeras. Puede que también aporte más historias mías en el apartado de relatos. Para accedar a estas secciones, clica en…

Texto original de Nuria revisado por Mario Luna.

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Fotografía de Paco Ferrer y Fernando Ibáñez.

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cati_jpg_75Toda historia tiene un comienzo.

La mía se remonta a cuando yo tenía cinco años y mis padres compraron un pequeño chalet con una pequeña habitación a la que dediqué a mi colección de barbies. Las niñas con barbies suelen jugar a mamás y papás. Sin embargo, yo utilizaba a las barbies más bien para juegos de “amor”.

La cocinita se podía convertir perfectamente en el sitio donde Ken y Barbie pasaban sus noches haciendo cosas que habrían escandalizado a las monjas del colegio. Me gustaba darles lo mejor: les había dedicado una estantería en exclusiva a su romance y tenían más de veinte camas cada uno. Si esos muñecos hubieran sido reales, aquella habitación podría haber pasado por “Sodoma y Gomorra”.

Esa afición la compaginaba con la de darle chutes a un balón. Una mezcla un poco extraña, ¿verdad? Quizás lo fuera y quizás en aquel momento no era más que una niña a lo chico, con gafitas, coleta, chándal y zapatillas…

Pero todo acaba para dar comienzo a algo nuevo.

El chalet se vendió, las barbies y sus novios fueron a parar a cajas y yo crecí. Ocupé el lugar vacío de aquel divertido juego que mi propia imaginación fabricaba. Comencé ya con doce años  a investigar qué era aquellocati_jpg_modi1351 del amor y sus ramificaciones. Adquirí experiencia y, con ella, una perspectiva privilegiada de la vida. Una perspectiva que me llevó a pulir virtudes que, hasta entonces, había visto grabandocomo defectos.

Uno de estos dones camuflados era la altura. Destacar entre las niñas de mi edad y sacarle bastantes centímetros más a cada una de ellas era una de las cosas que más odiaba. Hoy en día — con 1,72 más unos 6 cm de tacón que se le pueden sumar a veces— , sinceramente, me encanta.

Mi pasión por los deportes también dejó de ser otro defecto. Lejos de renunciar, este cambio de chip me llevó a consagrarme a ellos. Desde entonces, he practicado más de veinte tipos distintos, incluyendo el parkour más agresivo.

Esa mezcla de tantos deportes en los que a veces era la única hizo que me rodease de hombres en estado puro. Dicen que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, ¿verdad? Pues a fuerza de tantas experiencias y momentos compartidos, me 73convertí en una especie de híbrida. Por supuesto, sigo siendo nativa de Venus, pero he aprendido a hablar marciano.

Aunque, si de verdad quieres saber quién es Cati, necesitas que te cuente sobre mi pasión por el baile.

La semilla la pusieron mis padres a los cinco años. Por aquel entonces, no era más que una mocosa sin idea del ritmo a la que subían a un escenario para que intentase portada“seguir” a las mayores. Pero la semilla germinó. Y hoy en día, sin esperarlo, han llovido muchos sueños con forma de coreografía y baile. Actualmente compagino mis estudios con mi trabajo (mi pasión, más bien) como coreógrafa y bailarina, así que supongo que mis papás no lo hicieron tan mal después de todo.

Como es natural, no todo son dulces en el camino. Me han ocurrido cosas. Al igual que todos, he vivido experiencias que no echo en absoluto de menos.  He sufrido pérdidas, he padecido momentos comprometedores y llorado a través de desengaños amorosos.

Pero… ¿sabes lo que pienso? Que tal vez eso es lo que a mí me ha ayudado a aprender. Si no fuese por ese largo proceso de caídas y dolorosas transformaciones, ahora no sería la persona que soy. No sería capaz de conservar el increíble novio que tengo, no sería capaz de disfrutar de mis amistades y sueños como lo hago y, desde luego, no sería capaz de estar aquí para tenderte mi mano.

dscn1609Porque sí, todo el mundo suele ponerse en pie cuando tropieza. Y aprender que,  cuando vuelva a pasar por ahí, debe levantar la pierna para no volver a caer. Sin embargo, gracias a Mario Luna, quizás haya llegado el momento de saltarnos parte del proceso. El momento en el que podamos ayudar a la gente a no tropezar diciéndole de antemano que, si pasa por ahí, caerá. Al menos, esa es mi humilde intención.

Para lograrlo, he creado esta sección doble.

En la primera quizás escriba algo para inspirarte, pues tiene que ver con historias de mi propia cosecha  y la de otras compañeras. La elección de si han ocurrido en realidad o son sólo fantasías mías, lo dejo enteramente a tu criterio. De cualquier forma ten por seguro que, acompañadas de los libros de Mario, nuestros relatos te servirán para sumergirte y entender mejor el universo femenino (el de Cati, por lo menos).

En la segunda resuelvo junto a mis compañeras algunas de tus dudas. No sé si tendré tiempo de responder a todas las consultas que me lleguen, por lo que de antemano quiero decir que no me comprometo. Pero sí puedo asegurarte que, si sigues esta sección, poco a poco irás encontrando respuestas con las que quizás te identifiques o que te ayuden a progresar en tu camino como Aven.

Para entrar en cualquiera de estas secciones, clica en sus respectivos nombres.

Texto original de Cati revisado por Mario Luna.

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