-¿Sabes qué, Mario? -dice B mientras exhala una bocanada de humo-. Eres la clase de cabronazo por el que me podría colgar. Lo he sabido desde el momento en que te has acercado a mí.
-Te escucho.
-No es por cómo bailas. No te ofendas -continúa, mientras me estruja el hombro con su teta-, pero no tienes ni puta idea de bailar.
Risita y nueva calada al cigarrillo. No me preguntes por qué, pero ahora resulta que a la niña le parece gracioso que me mueva como un pato con muletas. Tras hacerse la interesante unos segundos, añade:
-Es por cómo me has mirado antes de susurrarme al oído: «No sé por qué, pero bailas tan mal que tengo ganas de conocerte.»
Se equivoca. En realidad, le he dicho: «No sé por qué. Pero, cuantos más rodillazos me das, más curiosidad me inspiras.»
[mailpress]