Por suerte, de momento sólo estoy muerto. Mañana, supongo, vendrán las agujetas. Eso ya serán palabras mayores.
¿El culpable?
Ese mutante llamado Núcleo. Él me metió en esto.
Te hablo de un seductor alienígena que lleva nueve días de ayuno y al que, cada día que pasa sin meterse algo a la boca, lo hace más fuerte, resistente o indestructible. Y lo peor es que yo he presenciado sus progresos día tras día. Lo he visto pasar de gordo a torpe montaña de músculos y, de torpe montaña de músculos, a súper atleta en toda regla.
Ahora igual te hace un press de banca con ciento y pico kilos que te gana una etapa de 200 km con varios puertos. Y, aunque hemos probado a matarlo de inanición, a dejarlo varios días sin dormir, a meterle kriptonita en la bebida o a encerrarlo bajo llave con una ninfómana insaciable, todas nuestras tentativas de debilitarlo han fracasado hasta el momento.
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